Wednesday, September 14, 2011

A veces tengo unos días de mierda. De mierda en serio en que no me decido, no sé si llorar o irme a dormir o mandar a la mierda a todo el mundo o irme al carajo yo o qué hacer. Y siempre es por causas ridículas. Cosas intangibles. En general una noticia imbécil, lejana, puede transportarme, llevarme cerca, cerquísima de algo que no quiero ver.
Ayer una amiga me contó algo que me transportó cerca de la distancia. Que me hizo dar cuenta de lo lejos, lejos y más lejos que estoy de tantas cosas que quise. Lo lejos que estoy de volver a quererlas pero, igual, sentí nostalgia. Odio esas cosas.
No son problemas porque no tienen solución. Son residuos de penas viejas. Como ese pegote que queda aunque arranques la etiqueta.
Cuando pasan esos días, cuando al fin algo me mueve del eje, tengo epifanías también ridículas.
Tal vez mis pasos sean tontos, como un baile improvisado, mal armado. A veces me satirizo, soy bufona de mí misma y poco respetuosa.
Pero de una cosa estoy segura. Por más puesta que esté, yo no le toco el culo a nadie. Ya sé que tengo que volver a mi casa y no sabría cómo maquillar tanto cachetazo.

Alejandra 5/10/1959

La chair est triste. Y en verdad, mucho mejor que no hubiera sexo