te escupí de mi sangre para que te empapes un poco
porque sos la asesina que no se ensucia las manos,
ponzoña y afrodisíacos,
pero quiero que sepas
que me tragué los filos
de los piropos de los albañiles
que guardás en tu alacena
para alimentarte
me los comí una noche
después de dejar
que te fumes mis tucas,
ahora te lleno la frente
de gotitas rojas
qué alegría
estoy viva
y tengo gusto
a hierro
en toda la lengua.