Friday, July 27, 2012

la baba áspera

Pasó entre las cosas sin tocar ninguna, directo al objetivo. Había alguien esperándola entre las cajas. Y se tiró desde la repisa con los libros que más me gustan, de cabeza al pedacito de carne. Sin hacer ningún ruido. Sus patas contra el piso. Como un algodón. Como un pluma. Con ese peso cero, con esa esbeltez, ese cuello estirado, toda estilizada. Sin ropa, siempre sin ropa. En re pelotas. Volátil. Pienso en la punk etérea del narrador de Fogwill. Con el maquillaje cicatrizado. Dejando la droga. Siempre dejándola. En ningún bolsillo porque no lleva ropa. “¿Se meterá la droga en el culo?”

Ahí va la saeta al pedazo de carne. A la sobra del almuerzo, un hombrecito miniatura la saluda, ella va a comerlo pero antes lo chupa, se relame. Casi aprende a ronronear y justo antes dejan de acariciarle la nuca. Se conforma con los rincones. Una caja, una palangana. Agua del inodoro. Me acuerdo mil veces de unas garras postizas. No sabe hablar: clava las uñas hasta en el teclado.

Después se va así, etérea, hasta su guaridita, arrastrando con ella el ovillo de siempre.

La pensé gata. Le faltaría limpiarse con su propia lengua.