Thursday, January 19, 2012

Una cosa que nunca me gustó es el olor a almacén. Voy a uno que queda a una cuadra de casa. Ahora también le pusieron carnicería. Es un lugar chiquito donde tienen de todo. Vos pedís, vos tenés. Si no hay, viene. La señora que atiende es una mujerzota rubia con unos labios inflados que te dice bebé, mi amor, mamuni, y esas cosas. No sólo a mí sino también a mi viejo, si va conmigo. Sé que se conocen desde chiquitos.
Para hacer un poco de justicia yo molesto al tipo de la fiabrería. Que tiene una mancha grande en la cara y pocas ganas de atender y a la vez muchas ganas de venderte cosas de más. Se le va la mano con el queso y te pregunta si no importa. No, Alfredo, no importa.
A Alfredo yo le exijo que traiga lo que falta y me entero de las internas entre sáncor y la serenísima, datos que sino no me llegarían nunca.
Me apoyo en la heladera que siempre está vibrando un poco y le digo ese, ese queso ese ese yogurt y siempre lo que está más difícil de agarrar.
Da lo mismo, no tengo un paladar exquisito. Quiero que la rubia deje de decir mamuni.
perdé cuidado
o
dámelo.
Mi viejo por fin se dejó la barba. Yo le pedía y me hizo caso pero a cambio me dijo andá nena, comprá cerveza negra y jamón crudo, vos que ahora fumás churro y estás canchera yo estoy el doble.