Monday, November 28, 2011

A los cuentos, cuando era chica, les dibujaba un "fin" de colores, de letras infladas.
Tenía la certeza de que las cosas llegaban hasta ese lugar y no me moría por que nadie leyera nada. Porque mis cuentos estaban bien.
Un día escribí el cuento de una nena que se enfermaba de la cabeza. Que se obsesionaba porque tenía una botella en la que podía meterse, y adentro encontrar lo que quisiera. Era demasiado. También era trillado, robado, plagiado. Pero era mío. Era un deseo inmenso, una ambición chiquita como una botella pero honda, honda como un supermercado de noche, todo para mí.
De a poco fui queriendo menos cosas. Menos casas, menos almohadones violetas y naranjas, menos discos y menos zapatos.
Ahora me muero por andar descalza y quiero dejar de necesitar todo. Ahora me muero por los finales. Por cada puto final que me come el cerebro. Es como si progresivamente perdiera mi capacidad para encontrar objetivos. O como si perdiera la confianza en los límites, en los senderos, en las supuestas luces al final del camino. Tengo la sensación de que puedo agarrar para cualquier lado. De que en la calle no me va a pasar nada.
Que los embarazos no existen, los riesgos tampoco, o si existen son para gente que tiene ganas de asumir las cosas. Yo, por el momento, no quiero asumir una puta responsabilidad. Casi ni quiero asumir las cosas que siento. Y bocha de cosas que me pasan son hermosas. Pero no las digo. No puedo, no me sale. Un poco de miedo tengo. Entonces me contradigo: veo riesgos en todas partes.
Corro, sobre todo, el riesgo de dejarme caer. Pero pienso que más abajo no es algo malo. Pienso que es parte de todo, es un lugar al que por ahí tenga que llegar. Quizá desde abajo pueda mirar hacia arriba y ver las cosas más claramente.
Ni idea, lo que sé es que por no poder decir un carajo, menos que menos puedo dibujarle un fin a lo que hago. Tiro frases por cualquier lado. Escribo con todos los sentidos anulados. Estoy con todos los sentidos prendidos el resto del tiempo y, te juro, por más que me da terrible cagazo, me estoy bancando el vértigo. Esa cosa en la panza que me hace sentir que tengo algo adentro. Algo que anda, bien o mal, pero funciona.
No quiero ser un artefacto desconectado. No quiero ser una anoréxica. No quiero ser una persona que tenga que llenarse de drogas. No quiero ser una erudita.
Quiero querer
a lo limpio
en limpio
en blanco
en un papel

y ya me perdí
chau.

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