Thursday, December 29, 2011

Ayer mi gata se peleó en el techo. Cuando bajó le puse merteolate. Tenía el cuello sangriento y ganas de revancha. Ayer mi gata perdió la pelea. Le hicieron un tajo profundo. Esperé un rato y le salía blanco. Mis procedimientos médicos son desastrosos. Un día me dolía un dedo y me arranqué la uña. Pero no me gustó que la gata se fuera a morir de una infección. Me lo imaginé todo. La mina me miraba con esos ojos azules. Miau, no me molestes con tus preocupaciones. La metí en la mochila y la llevé al veterinario. Gritó en la calle, odió los autos, me lastimó las manos y me llenó de pelos. Transpiré un montón y quedé toda pegoteada de pelos blancos. Me había puesto un solerito violeta. No entiendo por qué.
Le limpiaron la herida y le dieron inyecciones. Le quedó el cuello rapado y se portó bastante bien. Me salió cara la movida. Siempre es cara. Cuando se pelea en el techo no hay árbitro que valga. Pero ella es hembrita, linda y castrada. Le quedaron las ganas de guerra y tal vez pelearse es como cuando yo me quiero hacer un piercing o me corto el flequillo. Decimos bueno algo es algo. Y salimos a la calle a los gritos pelados. Cruzamos la via cuando el tren está cerca pero no podemos esperar a que pase porque el ruido de la máquina nos enloquece.

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